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Algo por el estiloNúmero 2

El soplo y la voz

Por 19/07/2012 marzo 28th, 2020 No Comments

…La interpretación tuvo además el efecto de desangustiarme ya no por lo que dijo, sino porque el analista dijo. El analista dijo y eso rearmó la escena analítica e hizo evidente el modo en que el objeto entraba en juego en la transferencia. Más allá del saber, más allá del amor transferencial, se delineaba ahora cómo se anudaban allí en la transferencia, el soplo, la palabra y algo mudo.

El referente se muestra en la dialéctica entre el silencio, el soplo y lo mudo; entre la maestría de la palabra y sus tropiezos, donde lo indecible de la angustia se hacía presente. Es lo que había quedado bruscamente, por así decirlo, como una pieza suelta, cuya extracción del Otro le había hecho perder su función de mediación y que recién ahora el sujeto podría decidir a donde colocar. En todo caso, esa extracción obligaba a hacerse cargo que ya la causa no estaba en el Otro.

Hacerse escuchar por el analista había sido un modo de atravesar cada vez, de desprenderse cada vez, en cada sesión, de ese objeto que me enmudecía, mientras invocaba al Otro en el baile de máscaras de la transferencia. Y era también mi maniobra para retenerlo.

El romance analítico había sido hacerse escuchar, para evitar que en el silencio apareciera el agujero mudo que el objeto como semblante, vela.

Se abriría entonces el último tramo del análisis, necesario para que la extracción del objeto y la separación del analista no deviniera en sacrificio, ni orfandad, ni en angustia.

El soplo y la voz

He destacado un deslizamiento del objeto entre el soplo y la voz. Eso, hasta donde he podido situarlo, se deriva de una cierta vecindad entre la voz y la respiración. El temprano objeto de la angustia infantil había sido la música. El volumen de la música apresaba el cuerpo. O para decirlo de otro modo: la música de la angustia hacía resonar el cuerpo.

Lacan explica en el Seminario Los problemas cruciales del psicoanálisis – en su clase del 3/2/65- que hay dos bocas. Está la boca de la demanda oral y además está la boca ligada a lo invocante. Cada una de estas dos bocas indica de una manera diferente el margen entre el cuerpo y el inconsciente.

La vecindad entre la voz y la respiración puede, entre otros muchos lugares, ubicarse en el Seminario 18 a propósito del canto. Allí describe la necesidad de cierta sinergia entre la colocación de la voz y la respiración que la soporta.  Para mencionar sólo otra referencia daré un ejemplo que me hizo saber hace poco tiempo una amiga1STEINMAN,D., a quien su profesora de violín le decía: ¡que para tener ritmo hay que respirar!

En el Seminario 17 Lacan formula un neologismo para nombrar los objetos de la tecnología: las “letosas”. Juega allí con la cercanía sonora entre letosa y ventosa, y dice: “ahí dentro hay viento, el viento de la voz humana”.

En el Seminario de La angustia Lacan ubica la función mediadora del objeto de un modo que como podrán apreciar me conviene, y que me hizo conocer una colega2MUSACHI, Graciela. luego de escuchar mi primer testimonio: “[en una flauta] el vacío que está en el corazón del tubo acústico impone su exigencia a lo que puede resonar allí, [es decir], lo que se llama un soplo, el a en cuestión funciona aquí en una real función de mediación”.

En esa vecindad es donde sitúo el deslizamiento del objeto. De un lado el soplo y la palabra soportadas por la respiración que pasa. Del otro lado el enmudecimiento que cierra la boca en el goce pulsional y alrededor de cuyo vacío resuena la voz. Para Lacan la voz no resuena en un vacío espacial. Resuena, dice, en el vacío del Otro en cuanto tal. Leo ese “en cuanto tal” como el agujero de su inexistencia, lo que denota el estatuto de semblante del objeto pequeño a.

En ese límite, el objeto como semblante, se desliza entre el cuerpo y el Otro, entre la sonoridad y el sentido.

  • 1
    STEINMAN,D.
  • 2
    MUSACHI, Graciela.