Con una excelente actuación de Bruno Ganz, el director Oliver Hirscbiegel nos presenta los últimos momentos de un Hitler cercado por las fuerzas aliadas. Conocemos la historia y los engranajes del horror que Spielberg mostró hace 10 años en “La lista de Schindler”.
Spielberg hace una película sobre el holocausto y pone en la pantalla otra caída, la de la humanidad toda, en el infierno. Hirscbiegel, (director de El experimento) en cambio, pone el proyector en los últimos días del personaje Hitler. En ese sentido es una película menor, que deja fuera el horror y la magnitud de los hechos, o que se ocupa de un niño nazi, que se salva junto con la secretaria (¿símbolo del nazismo que perdura?). Sin embargo ese es su valor, no lo niega, pone el énfasis en un hombre resentido, pintor y soldado frustrado que lleva a cabo su delirio.
El hilo del relato lo lleva la joven secretaria de Hitler que, asumiendo su ingenuidad, no se perdona no haber reconocido la naturaleza de ese monstruo. ¿Pero es posible hablar de ingenuidad? ¿Hay ingenuidad o complicidad en quien se refugia en la comodidad del dejar hacer? Es imposible que no lo hubiera sabido.
Algunas críticas señalan que el film muestra a un Hitler humano. Eso es lo más atroz, pero lo mejor de la película: nos recuerda que Hitler era, mal que nos pese, un ser humano. Es la tesis de Hobbs: “El hombre es el lobo del hombre”. Importa acaso que acaricie un perro o sonría a un niño, que escuche a Wagner o predique que el pueblo necesita cultivarse. Lo peor puede convivir con lo más sublime. De todos modos no he visto gestos de humanidad en el film. Por el contrario vemos a un ser monstruoso lleno de odio y resentimiento que no le importa el otro (cualquiera sea), sino ganar la guerra. “Si la guerra está perdida, qué importa si las personas están perdidas”- dice. Vemos a un Hitler que pone en escena una maquinaria kafkiana con el frío cálculo del perverso.
Su resentimiento del sin clase y sin estudio lo hace llegar a cualquier costo. “Yo no fui a la academia pero conquisté Europa solo”- declama. Podríamos pensar que los alemanes quieren mostrar al mundo, que no todos son Hitler y de hecho es así. Pero el perverso no actúa solo, y la película muestra la responsabilidad de los cómplices tanto activos como silenciosos.
Cuando Berlín está derrumbándose, Hitler sigue sin piedad. “No les tengo lástima, las personas solas llegaron a esto. No los forzamos, ahora lo pagan. Ellos buscaron este destino”. Finalmente hace ejecutar a los jefes que lo traicionaron y se enorgullece que a través de los siglos, quedará encendido el odio hacia el judaísmo internacional. “Si de algo me felicito es de haber salvado a Alemania del veneno judío”-dice.
Recordaba a Piglia cuando dice que el genio de Kafka reside en haber entendido que si estas palabras podían ser dichas, entonces podían ser realizadas.
El mérito del film no sólo es mostrar la manipulación de un perverso, y la voracidad de su poder a cualquier precio, sino que por sobre todo, muestra que el perverso no actúa solo. Es responsabilidad de los que lo siguen, cegados por la fascinación. Pero también es responsabilidad de los que dejan hacer, cerrando los ojos, y que con una complicidad silenciosa, ayudaron a escribir las peores páginas de la historia.
El fenómeno hipnótico de su voz
Sabemos la importancia que cobra la voz en la psicosis. Una voz penetrante, que habla desde la radio. La voz de Hitler tenía un poder inmediato que se potenciaba en toda Europa, en las cuidadas emisiones radiales. Hitler elevaba su voz en estallidos que humillaban y horadaba la falla en quien se sentía subyugado con la muestra de poder. En “Lili Marlene”, Fassbinder, el cineasta alemán, utiliza el mismo recurso. Los soldados escuchaban la pegadiza canción de Lili Marlene, una y mil veces, hasta que esa voz seductora se vuelve insoportable y se les hace carne.
También vemos ese poder de la voz del líder en las sectas. Cuando Hitler se descontrola, quienes están con él, se pegan a sus gritos. No importa lo que diga, ¡pero que diga! ¿Y qué es lo que Hitler decía? “Si la guerra está perdida, no importa si las personas se pierden”, exclama con un desprecio por el otro y por la vida. Cuando se ve acorralado y lamenta no haber matado a todos sus oficiales, ruge con odio. “Yo no fui a la academia, pero conquisté Europa sólo”, proclama en un grito. Cuando Berlín esta derrumbándose, sigue en su delirio, sin piedad alguna ¡No hay sentimiento! “Nunca hay que sentir ni demostrar compasión”, grita. “¡La juventud hitleriana está para morir en el frente! No les tengo lástima, ellos solos llegaron a esto. Si bien manda matar sin razón, como al cuñado de Eva Brown, porque sí, porque es su voluntad, hay frases que culpabilizan al otro, como aquellos que buscaron ese destino.
Curiosamente el momento más sorprendente de la película, es cuando el tirano, ya derrotado, dice: “Hagan lo que quieran”. Con esta frase, que se convierte en la más cruel, los deja en el vacío, en la más absoluta desorientación.
Cuando el tirano suelta las riendas, todo se hunde. ¡Los deja sin voz!