Álvaro Stella realiza una lectura de la función fálica partiendo de un contrapunto con los fenómenos actuales que se desarrollan en el campo de la comunicación y que apuntan a una modalidad de saber que no quiere objeción. Señalando que la materia para testimoniar sobre lo real no es lo imaginario, sino el lenguaje. Pero al estar el sujeto ligado al significante no puede más que fallar en el intento de nombrar. El falo, como un significante, límite entre lo que se puede decir y lo que no, verifica una resonancia en el cuerpo, a la relación del parlêtre con el goce.
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