Hay dos personajes en la escena relatada. Uno, el espectador de los cuadros, y el otro, el sujeto tomado por el pasaje del ver a la mirada. Me asombra siempre esa experiencia, el pasaje de lo muerto de la representación a lo vivo de la mirada. En esos momentos pienso que dicho pasaje pone en evidencia la verdadera apuesta de la pintura: hacer vivir de un modo bello lo más vivo, lo que los psicoanalistas llamamos “el goce”.
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