“Porqué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizás algún día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven.”
José Saramago
Ensayo sobre la ceguera
Muy diversos y singulares son los afectos que pueden acompañar el momento del comienzo de una experiencia analítica: la angustia, el extravío, el sentimiento de desolación, el desasosiego, la tristeza, etc. Con cada uno de ellos el sujeto -a veces tenuemente- se pregunta ¿Por qué? (como los ciegos de Saramago). Se abre allí la chance de que ese encuentro totalmente singular que tendrá con un psicoanalista, lo lleve, a partir de los hilos de sus dichos, a tejer una nueva trama, esa que la transferencia analítica hace posible, un viaje pulsional por los laberintos del decir.
En el punto de partida hay “ciegos que, viendo, no ven”. Las vendas de las identificaciones y el sufrimiento sintomático han hecho una doble operación. Por un lado el sujeto ha encontrado así una consistencia para nombrar su ser, pero allí mismo el espejismo: cree que puede verse. Sin embargo, le es completamente ajeno cómo es que él se ha hecho a sus propias condiciones de satisfacción. “La mirada, en cuanto el sujeto intenta acomodarse a ella, se convierte en ese objeto puntiforme, ese punto de ser evanescente, con que el sujeto confunde su propio desfallecimiento. Por eso (…) la mirada se especifica como inasible. (…) el sujeto simboliza en ella de modo tan logrado su propio rasgo evanescente y puntiforme en la ilusión de la conciencia de verse verse en la que se elide la mirada.” 1Lacan, J. Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós. Pág. 90-91.. Allí entonces una primera fisura de la relación escópica puede anudarse con la presencia y el deseo del psicoanalista que así organiza el partenaire que convenga para comenzar la construcción del fantasma. La mirada se va localizando y va rumbo a su propia esquizia. Imantada por el fantasma –en tanto axioma y postulado primordial de la vida del hablante- la mirada ingresa en los atolladeros del sentido y de la significación que vehiculizan el goce. Al hacerlo, el analista lo va erosionando y el analizante puede leer y cuenta sus muescas. Un día, la evidencia de la ceguera, perfora esa espesura frondosa del sentido e ilumina el punto opaco. La pantalla se perfora y las amarras del Superyó que allí hundía sus raíces, se aflojan. El alivio mayúsculo y el sentimiento de inversión del mundo, producen un efecto irónico sobre sí mismo: “¡¿Y esto era?!”.
La mentira fundamental se ha atravesado, pero el viaje continúa. ¿Cómo se sigue y qué espera al Otro lado? El trecho que queda por andar cuenta con las piezas del saber obtenido y las palabras. Ellas ya no construyen tanto una novela, sino que más bien portan una resonancia que apunta al fin del recorrido. En el horizonte ya no está el sentido, sino lo singular de una invención, la escritura de un trazo sobre la arena que es efecto del estrangulamiento de lo Real.
Al espacio del decir lo aloja un especial partenaire: el silencio. Mientras tanto el tiempo es allí, a su vez, habitado por una prisa que embraga la presencia del objeto en su verdadera naturaleza: vacío, litoral de las vueltas dichas. Vértigo.
Ya del Otro lado entonces, los ciegos de Saramago, pero esta vez “Ciegos que ven”.Alegría.
Este era un afecto que atravesaba la transmisión de lo que había sido aquel acto memorable del análisis; aquél en que el analista encarnando la inexistencia del Otro, confronta a la analizante con el saber que no hay, con la imposibilidad misma que entraña el saber, el goce y el amor. Una mirada atenta será el último vestigio con que ella pudo nombrar la nueva alianza pulsional y el utensillo femenino con el que irá a la Escuela a contar su aventura, y también será lugar para que otros quieran hacer la experiencia.
- 1Lacan, J. Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós. Pág. 90-91.