Culpa y vergüenza
La niña, en silencio (máxima expresión del goce oral), se chupa el dedo.
De eso, la niña dice que su dedo la maneja. La madre había dicho que nunca le dio el chupete para que pudiera manejar su cuerpo. El padre de otra niña la interroga: ¿está rico el dedo? Inmediatamente surge el sentimiento de vergüenza, saca el dedo de su boca y el síntoma se desplaza.
No surge la culpa, sí la vergüenza. Es la mirada de un padre que produce vergüenza, pero es una mirada diferente a la mirada del padre de Freud que surge en la Acrópolis. ¿Por qué? Jacques-Alain Miller 1-Miller J.-A. Nota sobre la vergüenza. Mediodicho 26. Pág.6. Publicación de la EOL Sección Córdoba.2003. señalaba que en un punto la culpa y la vergüenza se acercan, en tanto ambas remiten a la relación del sujeto al goce, y en otro punto se separan, se distinguen. La vergüenza, dice, es un afecto primario de la relación al Otro, Otro anterior al Otro que juzga, lo que lo diferencia de la culpabilidad, ya que ésta es el efecto sobre el sujeto de Otro que juzga. La vergüenza tiene relación a un Otro primordial que ve o da a ver, y por eso la desnudez puede ser vergonzosa independientemente de la transgresión que lleva a la culpa.
Es lo que indica Freud cuando aborda la vergüenza en “La interpretación de los sueños”, diferente a lo que escribe en el trastorno perceptivo en la Acrópolis.
Freud, al final de su vida, analiza este hecho ocurrido en su viaje a Atenas a los cuarenta y ocho años. En esa ocasión, la satisfacción que había surgido en él al ver ese espectáculo maravilloso de la Acrópolis, había producido el surgimiento de la culpa vinculada a la mirada del padre que se hizo presente, más allá de la belleza griega, e impidió el goce.
Es una mirada cargada de reproche al hijo, una mirada que lo juzga, que lo hace sentir culpable de haber logrado más que el padre, y esa mirada pone en juego la prohibición de ir más allá de él.
Esa presencia de la mirada del padre, de la mirada del Otro encarnada en la Acrópolis luminosa es posible, en tanto que la mirada y la voz tienen la particularidad de ser exteriores en relación al sujeto. El sujeto es mirado por el Otro y se constituye cuando la mirada cae como efecto de la operación de separación.
En el campo escópico, el ojo es un órgano y la mirada es un hueco, un vacío, que está en el campo del Otro: el otro me ve, (es el campo de la visión) pero hay además la mirada del Otro (campo de la mirada como objeto a).
Sueños de desnudez
Es diferente a cuando Freud, desde sus primeros textos, refiere el afecto de vergüenza como un índice subjetivo y aunque el objeto mirada es una invención lacaniana, no deja de tenerla en cuenta en el análisis de los sueños.
En “La interpretación de los sueños”, en el apartado “Sueños típicos” 2Freud S. Sueños típicos. La interpretación de los sueños. Tomo I. Edit. Ballesteros., se refiere a la vergüenza que surge ante aquellos sueños en donde aparece la desnudez del cuerpo. Señala que la intensidad de la vergüenza es superior a la que el grado de desnudez podría justificar, destaca que las personas ante quienes nos avergonzamos están desdibujadas y jamás hacen un reproche por aquello que nos avergüenza.
No hace referencia a un sentimiento de culpa en estos sueños típicos, a una transgresión por parte del sujeto, sino al afecto de vergüenza como afecto de lo real. Concluye que los sueños de desnudez son sueños exhibicionistas, que muestran la relación del sujeto al Otro al que se dirige el sueño, las “personas a las que hicimos objeto de nuestro interés sexual en nuestra infancia”.
Estos sueños exhibicionistas que caen bajo el efecto de la represión, son abordados por Freud en el marco del Edipo, destacando que esta indiferencia del Otro ante la desnudez del sujeto contrasta con lo que sucede en la paranoia, en la que “se impone al sujeto la más fanática convicción de la presencia del otro”, el delirio de vigilancia, como lo ejemplifica el caso que aborda en “Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, llamado Un caso de paranoia crónica.
Encontramos allí lo que más tarde Lacan indicará como la función del objeto mirada en la psicosis: el sujeto lleva el objeto a “en su bolsillo” al no haber extracción del objeto, por lo cual la mirada del Otro está omnipresente.
Abordar estos sueños “de vergüenza” en el marco del Edipo, implica que la elaboración freudiana desconoce que el objeto mirada no está determinado por la prohibición –imaginaria- sino por la separación –real- situada por Lacan en el registro de la automutilación, siendo el Edipo un mito que da sentido a esta pérdida.
Así, Freud, sosteniendo desde su Cristocentrismo al padre, “vela lo real del cual la vergüenza es el afecto” 3Miller J.-A. Ibíd. Pág.18..
¿Hay hoy la mirada del padre que avergüenza?
Con los avances de la Ciencia el mundo ha cambiado. Es un mundo que cree que la palabra siempre hace bien, que no hay límites para el goce que cada uno reivindica como su derecho en la vida.
Hoy el sujeto se hace mancha en el cuadro, teniendo como brújula su propio goce.
El mundo de hoy, esclarecido por la última enseñanza de Lacan con la lógica del no todo, muestra la debilidad de las identificaciones, “la insuficiencia de la captura en la significación fálica y el límite que ella implica” 4Laurent. E. El honor común del ser hablante. Ciudades analíticas. Pág. 166.Edit. Tres Haches. Bs. As. 2004..
La mirada del Otro que avergüenza no está más. Los reality shows indican que hay la “sociedad del espectáculo”, que la mirada no provoca vergüenza sino que es una mirada que también goza.
En ese contexto el psicoanalista no es un mero espectador de cómo la destitución de los S1 producida por la civilización misma, favorece la forclusión de la singularidad subjetiva.
No se trata de salvar al padre estando bajo su mirada, sino de considerar que él se reduce a una función necesaria, la del Significante amo. Para el Psicoanálisis, avergonzar es separar al sujeto del S1 del que goza, pero para ello, en nuestra época, es condición que el sujeto tenga un lazo “recto” al S1 que marcó su singularidad. Respecto de los sujetos que le demandan, ante la infinitización del goce fuera del límite fálico, el psicoanalista lacaniano encarna un límite a la errancia subjetiva, sólo en tanto es el agente de un discurso orientado por lo real del sufrimiento del síntoma.
Y respecto de él mismo, el psicoanalista lacaniano sabe que el Otro no existe, pero cada día construye la mirada del Otro de la Escuela que puede juzgarlo.
- 1-Miller J.-A. Nota sobre la vergüenza. Mediodicho 26. Pág.6. Publicación de la EOL Sección Córdoba.2003.
- 2Freud S. Sueños típicos. La interpretación de los sueños. Tomo I. Edit. Ballesteros.
- 3Miller J.-A. Ibíd. Pág.18.
- 4Laurent. E. El honor común del ser hablante. Ciudades analíticas. Pág. 166.Edit. Tres Haches. Bs. As. 2004.