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El mal de ojoNúmero 1

La mirada y la envidia

Por 23/11/2010 marzo 25th, 2020 No Comments

Envidia, “invidere”. Oscura y mortífera pasión, que conocemos como “el mal de ojo”.

Es por los ojos, por lo que se da a ver o por lo que se cree ver en el otro, que un mal sería posible. Cuando uno piensa en la universalidad del mal de ojo, llama la atención que en ninguna parte haya la menor huella de un buen ojo, de un ojo que bendice. ¿Qué significa esto sino que el ojo entraña la función mortal de estar dotado de por sí de un poder separador?  1 Lacan, Jacques. Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales. Ed. Paidós. Pág. 122.

La envidia está emparentada con los celos y el odio. No se envidia tanto lo que posee el envidiado, sino la imagen que el envidiado proyecta como poseedor de ese bien. Odio al envidiado por no poder ser como él. Odio también a sí mismo por ser como es. La envidia está muy relacionada con los celos, pero éstos implican una relación triangular, mientras que la envidia es dual. El envidioso recela del otro porque, a su juicio, le opaca y le hace sombra.

El ejemplo paradigmático de esta pasión lo encontramos en San Agustín, Lacan toma por primera vez esta referencia en 1938 en “La familia”: “He visto con mis ojos, y he observado a un pequeño que todavía ni hablaba, cómo, dominado por los celos, no podía mirar sin palidecer el espectáculo amargo de su hermano de leche, prendido al seno de su madre“. 2 Lacan, Jacques. La Familia. Ed. Argonauta.

Los elementos de la escena, la madre, el seno, el hermano y ese palidecer del que mira una unidad que representa también la supuesta completud en ese doble que intenta ser yo. De alguna manera el hermano está donde yo debería estar, es él que me borra de la escena y me hace palidecer. Y es sólo a partir de ello, de esa identificación a la imago del doble, que el niño pequeño puede reconocer por primera vez que el seno es el objeto de su deseo. De ahí que Lacan sostenga que el conocimiento humano tiene una estructura paranoica, ya que lo que el sujeto sabe de su yo lo localiza por fuera, en ese doble que lo enajena.

“El niño o quien quiera no envidia forzosamente aquello que apetece. ¿Acaso el niño que mira a su hermanito todavía necesita mamar? Todos saben que la envidia suelen provocarla comúnmente la posesión de bienes que no tendrían ninguna utilidad para quien los envidia, y cuya verdadera naturaleza ni siquiera sospecha”. 
3Ibídem. (1)

Es en el eje imaginario, narcisista, de la constitución del sujeto donde se tramitará la relación de objeto, imaginario, especular y el vínculo de amor y odio por este objeto que desprendido de la figura del otro será un resto, un desecho de esa operación. Objeto buscado y encontrado momentáneamente cuando en la ficción el sujeto lo percibe en el otro que lo porta.

“La envidia hace que el sujeto se ponga pálido ante la imagen de completud que se cierra, y que se cierra porque el “a”, puede ser para el otro posesión con la que se satisface. La envidia es una mirada amarga, que deja al sujeto descompuesto y le produce el efecto de una ponzoña”.
44- Ibíd.

Muere de envidia.  La frase remite a alguien muriendo a causa de una pasión que a fuerza de querer destruir o dañar a otro se torna autodestructiva, el sufrimiento causado por la envidia conlleva algo mortífero.

Muere!  es una jaculación que también puede ser una orden que el envidioso dirige al envidiado.

La envidia no solo afecta al sujeto sino que ataca las relaciones entre pares.

Si el sujeto funciona como ojo, la mirada lo pone en posición de mancha porque para poder ver el sujeto debe pasar por una experiencia de castración.  La mirada sólo se nos presenta bajo la forma de una extraña contingencia, simbólica de aquello que encontramos en el horizonte y como tope de nuestra experiencia, a saber, la falta constitutiva de la angustia de castración. El ojo y la mirada, es para nosotros la esquizia en la cual se manifiesta la pulsión a nivel de lo escópico.

Para el psicoanálisis la esquizia entre el ojo y la mirada señala la imposibilidad de la autorreflexión completa, sin castración.

El tema de la envidia ha sido tomado por los filósofos, los dramaturgos, los comediantes, los escritores y tiene múltiples referencias en la Biblia dónde se encuentra en la lista de los siete pecados capitales. Por la envidia del diablo a Adán y Eva entró la muerte al mundo; por envidia Caín mató a Abel…

Platón en el Filebo dice que al envidioso le parecen injustos el triunfo, la salud, la riqueza, la virtud, la honra o lo que sea del envidiado. Platón hace hablar a Sócrates sobre la envidia y así la define: “Es envidia la que provoca placer por las desgracias de los amigos”. “La envidia se tapa la cara con la risa burlona, aunque el alma se  duele”. 5Platón. Filebo, Gredos. 1992

A juicio de santo Tomás, el peor odio contra otro es a causa de la envidia. La envidia se siente frente a los iguales o semejantes, en la medida en que se van alejando de nosotros. Dicho con otras palabras, difícilmente se experimenta la envidia con los superiores; aparece cuando alguien igual a uno comienza a ascender hacia el éxito: “la envidia es un pesar turbador que concierne al éxito, pero no del que no lo merece, sino del que es nuestro igual o semejante”. 6 Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, BAC, Madrid, 1956.

En relación a esto dice Unamuno en su novela “Abel Sánchez. Historia de una pasión” 7Miguel de Unamuno, Abel Sánchez. Historia de una pasión, Espasa-Calpe, México, 1990.. “No recordaban Abel Sánchez y Joaquín Monegro desde cuándo se conocían. Eran conocidos desde antes de la niñez, desde su primera infancia, pues sus  sendas nodrizas se juntaban y los juntaban cuando aún ellos no sabían hablar. Aprendió cada uno de ellos a conocerse conociendo al otro. Y así vivieron y se hicieron juntos amigos desde nacimiento, casi más bien hermanos de crianza. En sus paseos, en sus juegos, en sus otras amistades comunes, parecía dominar e iniciarlo todo Joaquín, el más voluntarioso; pero era Abel quien, pareciendo ceder, hacía la suya siempre. Y es que le importaba más no obedecer que mandar. Casi nunca reñían. « ¡Por mí como tú quieras…!», le decía Abel a Joaquín, y este se exasperaba porque con aquel « ¡como tú quieras…!» esquivaba las disputas”. 

Unamuno nos ha dejado en esta magnífica novela una descripción de un hombre atormentado por la envidia, se trata de Joaquín Monegro enamorado hasta la obsesión -y no correspondido- de su prima Helena. Estas penas de amor son confesadas a su amigo íntimo, su odiado Abel Sánchez, espejo en el que se miraba maldiciendo su suerte. Joaquín presenta a Helena a Abel y entre ambos nace el amor y cuando todo hacía presagiar una boda, escribe Joaquín en su Confesión: “Pasé una noche horrible, volviéndome a un lado y otro de la cama, mordiendo a ratos la almohada, levantándome a beber agua del jarro del lavabo. Tuve fiebre. A ratos me amodorraba en sueños acerbos. Pensaba matarles y urdía mentalmente, como si se tratase de un drama o de una novela que iba componiendo, los detalles de mi sangrienta venganza, y tramaba diálogos con ellos. Parecíame que Helena había querido afrentarme y nada más, que había enamorado a Abel por menosprecio a mí, pero que no podía, montón de carne al espejo, querer a nadie. Ya la deseaba más que nunca y con más furia que nunca. En alguna de las interminables modorras de aquella noche me soñé poseyéndola y junto al cuerpo frío e inerte de Abel. Fue una tempestad de malos deseos, de cóleras, de apetitos sucios, de rabia. Con el día y el cansancio de tanto sufrir volvióme la reflexión, comprendí que no tenía derecho alguno a Helena, pero empecé a odiar a Abel con toda mi alma y a proponerme a la vez ocultar ese odio, abonarlo, criarlo, cuidarlo en lo recóndito de las entrañas de mi alma. ¿Odio? Aún no quería darle su nombre, ni quería reconocer que nací, predestinado, con su mesa y con su semilla. Aquella noche nací al infierno de mi vida”.

Queda por investigar la relación de la envidia con la pasión de la ignorancia y su contracara, el deseo de saber…

  • 1
    Lacan, Jacques. Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales. Ed. Paidós. Pág. 122.
  • 2
    Lacan, Jacques. La Familia. Ed. Argonauta.
  • 3
    Ibídem. (1)
  • 4
    4- Ibíd.
  • 5
    Platón. Filebo, Gredos. 1992
  • 6
    Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, BAC, Madrid, 1956.
  • 7
    Miguel de Unamuno, Abel Sánchez. Historia de una pasión, Espasa-Calpe, México, 1990.