Los medios y el goce de Dios
Últimamente, a partir de la reorganización del sistema de radiodifusión, se ha discutido mucho sobre el poder que tienen los monopolios de las comunicaciones para manipular la idea que tenemos de la realidad y el recubrimiento que hacen con sus pantallas de la Verdad. Los medios, radio, televisión, diarios, y últimamente también Internet, se ha dicho, no reflejan la realidad sino que la producen, la fabrican, cosa que a esta altura es indiscutible. Se nos aparecen así como los nuevos amos de lo social de los que somos vasallos sumisos, no solamente los consumidores sino también la dirigencia que se somete ante el riesgo de una imagen negativa en los medios.
Pero poco se dice del consentimiento que damos, todos y cada uno de nosotros, a su imperio.
El rol de los medios en la época ha sido debatido y cuestionado a todo nivel, en la política, en el ámbito intelectual, en la universidad, llegando incluso a las escuelas donde se machaca sobre el carácter nocivo de los medios desde hace décadas. Se nos demuestra, del mismo modo que se ha demostrado inútilmente la necesidad de usar cinturón de seguridad, la necesidad de que los niños no pasen tantas horas frente al televisor, la computadora o el video juego, se nos ha advertido hasta el cansancio sobre el carácter degradante sobre la mujer de la pornografía y el daño que implica para miles de personas, se nos ha alertado sobre el rol de la prensa en la creación del pánico y sobre el efecto alienante de los programas de entretenimiento, etc.
Son los propios medios incluso los que, paradojalmente, como la advertencia en los atados de cigarrillos sobre que el fumar es perjudicial para la salud, nos insisten sobre la peligrosidad de las pantallas.
Y todo eso parece inútil, ya que la inmensa mayoría de las personas encenderán sus pantallas, ahora activas en sus teléfonos celulares.
Y esto es algo sobre lo que no se ha insistido suficiente, y es que el sujeto sabe que lo están engañando. El carácter ficcional de los noticieros, la falsa independencia de los periodistas, la intención de promover ventas, la superficialidad de las redes sociales de Internet, no están ocultos. Por el contrario, como decíamos, los mismos medios se ocupan de escandalizar al espectador mostrando la distorsión, el engaño y la manipulación de los medios sobre la opinión pública. Cada vez son más los programas de TV que se refieren a la misma televisión mostrando sus errores, sus contradicciones y la falsedad de sus propuestas. Es decir, la televisión se torna cada vez más autoreferencial pero no para elogiar su acción sino todo lo contrario, para mostrar su carácter tramposo, ridículo incluso. Y esta demostración se extiende al cine donde abundan las películas referidas a la estafa mediática del tipo Mentiras que matan, que denuncian su relación con la política y el poder y al riesgo de ser vigilados como en Control total.
A diferencia de otros modos de seducción que esconden sus intenciones, los medios parecen no ocultar la sustitución de la realidad que producen sino, al contrario, lo muestran, y es en esa paradojal obscenidad en lo que radica su éxito. Como la pornografía, paradigma de los medios actuales, donde los semblantes del cine no son tenidos en cuenta para nada, es obligando al espectador a ocupar el lugar de objeto sobre el que cae la mirada que se traza el circuito pulsional. Dicho de otro modo, los medios, como la pornografía, hacen posible el goce, con lo cual el espectador queda en una posición de abulia depresiva, como ocurre con el que ve pornografía dura, un aplastamiento del deseo.
Si fuera un engaño y nada más, bastaría con que el sujeto, una vez descubierto el mismo, apague el televisor, elija qué películas ver o seleccione los contenidos de Internet para liberarse de su influencia. En verdad no hace falta ninguna hazaña para apartarse de su hipnótica captación y de hecho son muchos -por supuesto no la mayoría- que lo hacen y no reciben ningún castigo. Casi todos, sin embargo, a pesar de estar advertidos, y casi diría por estarlo, los espectadores no apagan el televisor, no dejan de leer el diario, continúan consumiendo pornografía en Internet y no vacilan en ver las películas que los adoctrinan.
Es decir que, más allá del saber, y más allá del placer, porque de hecho, para muchos ese mirar no representa ningún placer, hay un goce que se experimenta en una identificación perversa a la mirada como objeto. Es -en términos de Lacan- una voluntad de goce, una identificación al objeto mirada del Otro que no implica un deseo ni un placer, sino una voluntad que empuja ciega hacia un goce que no es el del espectador. Los medios vienen a ocupar muy bien ese lugar que Lacan pudo reconocer en Kant con Sade, el lugar del Otro como sede del goce, un goce anónimo, un goce de Dios, del que el sujeto se comporta como un puro instrumento. Para Lacan, el sujeto sadiano se identifica a un Otro absoluto del mal que, como tal, tendría derecho -es una palabra clave- tendría derecho a extraer del cuerpo del Otro el goce que necesite. Y es en eso que los medios han podido captar ese goce a nivel colectivo, el espectador se identifica a ese Otro gozador, que obtiene de los cuerpos -y cada vez más con el avance de la bio política- el plus de goce. El derecho al goce se torna así el imperativo superyoico del capitalismo tardío.
Los programas de entretenimientos, la pornografía, toda la obscenidad de la violencia y la inseguridad de los diarios y noticieros, no hacen más que mostrar los cuerpos, no las personas ni los ciudadanos, sino los cuerpos de los que se extrae el goce. ¿El goce de quién? El goce de Dios. Y el espectador/mirada es, de ese modo, situado en la posición perversa de ser el instrumento de Dios.
Y el resultado es la depresión, esa que Lacan señala en Televisión como cobardía moral, porque el sujeto, aún sabiendo que traiciona su deseo, su bien decir, que lo conduciría a alguna emancipación, se abandona a ser ese instrumento de Goce de Dios.
La ciencia en su versión moderna acosa a la Verdad en términos lógicos, lo que le permite entrar en el mundo como la religión de nuestro tiempo, como aquello que da el sentido a la vida.
Lacan muestra cómo vivimos atravesados por ondas de radio, ondas de telefonía, señales de TV, etc., como una atmósfera plagada de elementos reales de los que no tenemos ninguna percepción a pesar que nos atraviesan el cuerpo todo el tiempo, y llama a este espacio donde la verdad está técnicamente instrumentalizada, la aletósfera, jugando con la palabra griega aleteia, (verdad). Y vivimos allí, nuestros cuerpos, como pensados por un Dios anónimo del que somos instrumentos.
Tony Negri, el autor de Imperio, considera que la explotación capitalista ya no es del trabajo material, del que viene de la fuerza del obrero, ya que éste ha sido reemplazado por el robot, sino la del trabajo inmaterial, la de todos y cada uno sentados frente a una pantalla en la producción de un saber.
Los ataques al psicoanálisis -cada vez más virulentos- en los medios de nuestra época se fundan, sobre todo, en que el psicoanálisis busca el atravesamiento de esa pantalla que es el fantasma del sujeto, que el mercado ha aprendido a capitalizar. Y nuestra experiencia nos muestra que aquellos que se analizan, en la medida en que se reconocen en su singularidad, se desinsertan progresivamente de la aletósfera.
De hecho cualquier persona que llega a su casa luego de trabajar todo el día, muchas veces frente a una pantalla, y se pone a ver a Tinelli o a Julián Welch dirá que a esa hora, luego de trabajar todo el día, ya no tiene ganas de pensar, sino de distraerse, divertirse, etc. No es que piense que esos programas valen algo. Sabe bien que esas bailarinas o esos cantantes son de lo peor, sabe que hay otra cultura, otros fenómenos artísticos de valía pero sencillamente, no quiere verlos porque le implican un esfuerzo.
Es decir, el fenómeno mediático es más atractivo mientras más muestra su carácter de estafa, mientras más expresa su vacío, mientras más muestra el goce en su carácter de innecesario, de fútil, de inútil. Se trata de ver, de comprobar que el goce no sirve para nada.
REFERENCIAS
– “Mentiras que matan” (1997 – Barry Levinson) – En DVD O Video Título original: Wag the Dog. Dirección: Barry Levinson. Intérpretes: Robert De Niro, Dustin Hoffman, Willie Nelson, William H. Macy.
– “Control total”. Título Original: Eagle eye. Dirección: D J Caruso. Guión: John Glenn, Travis Wright, Hillary Seitz, Dan Mcdermott. Intérpretes: Shia Labeouf, Michelle Monaghan, Rosario Dawson, Billy Bob Thornton, Ethan Embry, Eric Christian Olsen, Michael Chiklis.
– Lacan, Jacques. Kant con Sade. Escritos 2. Siglo Veintiuno Editores.
– Negri, Antonio. Diálogo sobre la globalización la multitud y la experiencia Argentina. Antonio Negri, Giuseppe Cocco, César Altamira, Alejandro Horowicz. Paidós 2003
– Lacan, Jacques. Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión. Anagrama.
– Lacan, Jacques. Los surcos de la aletósfera. El seminario 17 El reverso del Psicoanálisis. Paidós. 1992