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Lo que entra por la orejaNúmero 2

¿Con qué objeto se habla?

Por 18/07/2012 marzo 28th, 2020 No Comments

Cuando alguien viene a hablar con un psicoanalista, no sabemos con qué objeto habla. Pero sí podemos afirmar que si habla es porque la voz, en tanto objeto a, ha sido separada del cuerpo.

En el Seminario La angustia1Nos guiamos en esta lectura por la presentación del Seminario 10, La Angustia, que J.-A. Miller hiciera en su Curso de la Sección Clínica de París el 28/4; 5 y 12/5; 2, 9 y 16/6 de 2004. Inédito., Lacan sitúa al objeto a como parte desprendida del cuerpo, producto de un cuerpo fragmentado cuya estructura común es la de borde. Ese objeto a tiene pues una función de resto no significante. Para Lacan este es precisamente el objeto causa en tanto objeto desconocido y escondido.

Por eso, cuando se habla de los objetos a en la experiencia analítica, se trata de dar cuenta de la presencia del cuerpo en el discurso analizante2Miller, J.-A. “Los objetos a en la experiencia psicoanalítica”, presentación hecha en Roma el 15 de julio del 2006, del tema del próximo Congreso de la AMP..
Si Lacan partió de la angustia para inventar al objeto a como tal, es porque por allí pudo reintroducir lo vivo en la dialéctica mortificante del deseo. La angustia verifica que hay un límite para lo que el significante puede asir, que deja un resto como absoluto, insoluble a la dialéctica, el objeto a.

De modo que frente al cuerpo especular susceptible de ser significado se yergue un cuerpo al que se le restituyen sus particularidades anatómicas. Es así que el significante no sólo tiene función de trazo que significa lo significable, sino que tiene también una función de corte que separa del cuerpo un resto no significable.

En el Seminario 17 Lacan postulará que el objeto a como pieza suelta es el producto, en tanto lo segregado del discurso del amo. Y recordemos que, además, planteará allí que “no hay discurso más que por el goce”, separado.
En el Seminario 10, entonces, se introduce la función de la separación como generalización de la función de castración en tanto indicadora de la desaparición de un órgano.

La libido como órgano se presenta así como el nuevo paradigma del objeto perdido, reemplazando al falo en cuestión en la castración. El órgano perdido, separado, no lo es por la castración sino que es lo que se desprende de la vida en tanto que ésta se reproduce por vía sexuada.

Esto significa que el órgano libido se aísla por efecto de una pérdida “natural”, sin agente. Esto lleva a que se deshaga la retroacción edípica, y a que el objeto se constituya circularmente, de modo que lo que Lacan construye como objeto a es una función generalizada, no edípica, topológica y sincrónica.

La separación del objeto se presenta entonces como automutilación. Se trata del estatuto del objeto anterior a la simbolización fálica, anterior a la constitución de la función paterna.

La angustia le permite a Lacan alcanzar al objeto como real, al objeto de satisfacción de la pulsión, a la satisfacción de goce, anterior al deseo y su objeto.

La dimensión del objeto que se alcanza vía la angustia, la del objeto a, da cuenta de que en algún lugar hay goce, de que es necesario estructuralmente que el sujeto desprenda un órgano-goce, al que Lacan llamaría posteriormente condensador de goce, plus-de-gozar.

Si la angustia es lo que no engaña es porque remite a lo que no se deja significar, en tanto señal de lo que permanece como resto real, o sea, como goce.

Los objetos a son sólo encarnaciones o manifestaciones del objeto a, estructura distinta que la del significante, que el elemento Uno, lo que da cuenta de que el analista pueda inscribirse en ese lugar.

En tanto la lista lacaniana de objetos se independiza de la referencia a la castración y al desarrollo, y se regula por las zonas erógenas, le permite a Lacan agregar no sólo el objeto escópico y el vocal como objetos naturales, sino también objetos de la cultura y de la sublimación (las obras).

O sea que en este seminario Lacan pasa del cuerpo del espejo, el de la buena forma, el de la totalidad, al cuerpo del objeto a sin forma. Estos objetos a abundan y no se inscriben en el campo visual. De esta manera, el cuerpo en este seminario entra en la constitución del sujeto del inconsciente bajo las especies del objeto a. Nos topamos, aquí con el cuerpo erógeno cuyos límites se ignoran, ya que se trata del cuerpo como organismo que queda fuera del espejo y que comprende todo lo que al cuerpo le permite estar vivo, incluyendo lo que lo sustenta, de modo tal que el organismo se muestra avanzando sobre el cuerpo del Otro, lo que supone su ectopía.

Al decir de Miller, el objeto ya no es el objeto angustiante que se presentifica, sino que está identificado con órganos, con partes del organismo del sujeto así como del Otro. De manera que el objeto a aparece como una sustancia, como una extracción corporal. Lo que quiere decir que del objeto a sólo tenemos sustancias episódicas.

En este seminario se evidencia que la potencia del padre tropieza con el objeto a, en tanto innombrable, irreductible a la simbolización. El objeto a aparece así como el fracaso del Nombre del Padre en cuanto nombrante. Y es por eso que el falo como emblema de la potencia es sólo narcisista.

Cuando Lacan al final del Seminario 10 anuncia su seminario sobre Los nombres del padre, dibuja una nueva figura del padre que no creería en la metáfora paterna para llevar a cabo una simbolización integral, y que sabría remitir el deseo al objeto a como su causa. Esto supone una renuncia a la ilusión de la potencia, y delinea un padre que no sería otro que el analista.

…y la voz

Lacan plantea que, “si bien la experiencia ordinaria dice que todo lo que el sujeto recibe del Otro por el lenguaje es en forma vocal, esta no es la única manera porque el lenguaje no es vocalización, aunque hay una relación entre lenguaje y sonoridad”3Lacan, J. Le seminaire, Livre10, L´ Angoisse, Seuil, París, mayo 2004, pág.317.. Es decir que el objeto voz no pertenece al registro sonoro, que su función se manifiesta como á-fona.

Al decir de Lacan, “la voz resuena en el vacío del Otro, el ex-nihilo propiamente dicho. La voz responde a lo que se dice pero no puede responder por eso. Para que ella responda debemos incorporar la voz como la alteridad de lo que se dice”4Ibíd., pág. 318.. “Advertimos aquí esa forma de identificación cuyo primer modelo nos da la voz, respecto de la cual hablamos de incorporación”5Ibíd., pág. 319..

“Es de la estructura del Otro constituir cierto vacío, el vacío de su falta de garantía. (…) Es en ese vacío que resuena la voz en tanto que distinta de las sonoridades, no modulada sino articulada. La voz de la que se trata es la voz en cuanto imperativo, en tanto reclama obediencia o convicción. No se sitúa con respecto a la música sino a la palabra”6Ibíd., pág. 318, 319..

La voz como objeto a es del Otro y por eso Lacan remite el superyó a ese objeto a, ya que se trata de la voz del Otro presentada como incorporada.
Es por la vía del superyó y su sustrato de voz que el sujeto, entonces, se inventa al Otro del deseo y al Otro del goce en el fantasma.

La voz es una dimensión de toda cadena significante como tal -sonora, escrita, visual- en tanto ésta trae aparejada una atribución subjetiva que es distributiva y no unívoca. De esta manera se puede hacer equivaler la voz a la enunciación. Hay voz porque el significante gira alrededor del objeto indecible, y la voz emerge como tal cada vez que el significante se quiebra, para alcanzar este objeto en la angustia o el horror. Esto supone que no utilizamos la voz, sino que ella vive en el lenguaje, lo habita.

Como lo afirma Miller, si hablamos tanto, si charlamos, cantamos, hacemos música, es para hacer callar la voz como objeto7Miller, J.-A.: La voz, COL 2, Bs. As., 1997, texto que también ordena nuestro recorrido..

Tal es el caso de una mujer joven quien, para acallar el “vozarrón” materno que la lleva siempre a lo peor, y para desviar la “mirada imperativa” del partenaire que la mantiene despierta durante noches enteras con una perorata infernal -lo que le genera odio, tristeza y angustia continuas-, se dedica a tocar el piano y a tomar clases de armonía musical, como modo de ordenarse la vida.

  • 1
    Nos guiamos en esta lectura por la presentación del Seminario 10, La Angustia, que J.-A. Miller hiciera en su Curso de la Sección Clínica de París el 28/4; 5 y 12/5; 2, 9 y 16/6 de 2004. Inédito.
  • 2
    Miller, J.-A. “Los objetos a en la experiencia psicoanalítica”, presentación hecha en Roma el 15 de julio del 2006, del tema del próximo Congreso de la AMP.
  • 3
    Lacan, J. Le seminaire, Livre10, L´ Angoisse, Seuil, París, mayo 2004, pág.317.
  • 4
    Ibíd., pág. 318.
  • 5
    Ibíd., pág. 319.
  • 6
    Ibíd., pág. 318, 319.
  • 7
    Miller, J.-A.: La voz, COL 2, Bs. As., 1997, texto que también ordena nuestro recorrido.