Mi escritura es mi propia voz. Tiene un tono, un ritmo, una cadencia, un tempo…
En ella, en la escritura, la voz -mi voz- se dice abriéndose paso entre los intersticios.
El silencio es su sombra. El silencio pinta pequeños espacios entre una palabra y otra. Entre un sueño y otro. Entre lo dicho y lo callado. Entre lo posible y lo imposible.
Mi escritura mantiene una cadencia. Un tempo. El tempo es la unidad usada para medir las expresiones auditivas de algún segmento musical. Usualmente nos referimos a tempo al hablar de transiciones de espacios sonoros como al contar del 1 al 1 hasta llegar al diez.
Decía que mi escritura mantiene una cadencia. Un tempo, que es el de mi propia respiración. Y es la respiración la que da el espacio del decir. Unos versos con determinado número de sílabas. Unas estrofas con determinado número de versos. Y hasta en la prosa, en la narración, unos párrafos con determinado número de palabras.
Cada párrafo, cada estrofa, cada verso con el aliento que brinda la propia voz.
Cuando se emite la voz el aliento que la sostiene crea un ritmo, una íntima melodía que es propia de cada ser. Esa melodía es un sello de identidad. Una marca. Y cada obra tiene su propio tono, que responde al estilo de su autor. Incluso cada libro (dentro de la obra de un mismo autor) tiene su tono, que es parte del cuerpo de ese libro. Un cuerpo que expulsa cualquier elemento que siente ajeno (poema, cuento, párrafo) porque no responde al tono de ese libro.
Yo no había pensado acerca de la importancia de la voz en la escritura. Pero había pensado que el poema tiene un rítmo, una íntima y preciosa melodía, que nada tiene que ver con la rima, sino con la respiración del poeta. Y había pensado que lo que amamos*canta en el silencio de nuestra respiración. Y cuando decimos la palabra. Lo cantado está hecho del silencio y del sonido que emite nuestra voz. De lo amado, que canta entre los intersticios de silencio, que enhebran las palabras en una secreta trama. El silencio es parte de la textura de lo dicho.
Por ejemplo este poema que pertenece a mi libro Sitial del vuelo (1991) (pág.35):
Mi infancia
tuvo una calandria.
Al amanecer
cantaba
y era su pico
un frágil llamador
en mi ventana
En el silencio
de mi respiración
a veces canta
* También el dolor, la nostalgia, etc. cantan en el silencio de la respiración.
El que escribe siempre lee en voz alta sus textos para sentir en su propia voz cualquier disonancia en lo escrito. Otro ejercicio que también se realiza es escribir en la hoja en blanco y observar el poema como si se tratara de un dibujo. Como si el sonido y el silencio trazaran un dibujo en el blanco de la hoja. El blanco es el silencio que dice, o enuncia lo callado. Lo imposible de nombrar. Ya que la escritura es un merodeo en torno a lo callado.
De ese entramado de luces y sombras, de letras y espacios en blanco está hecha la escritura.
en Tucumán a 23 días del mes de setiembre de 2011.