Lo que Lacan inventó es el objeto a, ese objeto que puede ser cualquiera y no, al mejor estilo de los ready made de Marcel Duchamp. Siempre me asombra la consonancia de estos objetos con la enseñanza freudiana en cuanto a la contingencia del objeto, ya que deben tener la cualidad de causar el deseo, es decir lo que Lacan en el Seminario 11 llama circuito pulsional.
Hoy la revista La Lúnula del CIEC nos invita a escribir sobre el objeto oral, uno de los tres objetos freudianos establecidos en la primera serie pulsional, la de la evolución de la libido: objeto oral, objeto anal y fálico. Luego vendrán con Lacan, los “lacanianos”: el escópico y el objeto vocal o invocante.
Dejamos atrás el siglo XX, tal como nos anunciara J.-A. Miller en la presentación del IX Congreso de la AMP, “reestructurado por dos factores históricos, dos discursos: el de la ciencia y el discurso del capitalismo. Estos dos discursos que vinieron a resquebrajar el orden simbólico”, y que es posible constatarlo cada vez en los modos de goce actuales.
El discurso capitalista, teorizado por Lacan como el quinto discurso, se caracteriza por el rechazo de la castración. En este discurso no existe el objeto perdido, sino que existe un reciclaje constante del goce en un sistema aparentemente sin pérdidas. En lugar de la pérdida hay una recuperación de objetos tecnológicos, que nos provee la ciencia, que funcionan como objetos plus de gozar.
La negación del objeto perdido es una manera de mantener el contacto con la Cosa. Es por eso que la maquinaria del discurso capitalista produce siempre sustituciones de ella. “En el discurso capitalista todo anda rápido, sin descanso, todo se consume, todo es triturado por la máquina productiva, pero este todo en realidad (…) enmascara la nada.” (Recalcati; 2004: 259)
Quiero, entonces, enlazar este discurso con la anorexia, con la posición anoréxica.
Digo posición anoréxica porque es una posición activa con respecto al rechazo del saber, saber que lleva necesariamente desde el psicoanálisis lacaniano al no hay. No hay objeto capaz de suturar la falta, ni hay -como lo dice Lacan- relación sexual. Es el rechazo al agujero, tanto al propio como al del Otro.
En la base de la anorexia, entendida como síntoma, no existe sólo un rechazo de la comida y del propio cuerpo sexuado, sino que encontramos un rechazo más extremo al alcance evocador de la palabra y de la ausencia de demanda y de transferencia.
Podemos pensar la anorexia como la impenetrabilidad de la palabra, como un sujeto que se presenta a la consulta sin demanda, ni transferencia, como un sujeto eclipsado.
En este sentido, podemos preguntarnos la relación de la anorexia con el discurso capitalista. ¿Acaso la anorexia le hace la contra a este discurso? Le dice no a la papilla asfixiante de la madre que desde otra perspectiva, justamente desde la perspectiva del discurso capitalista, se manifiesta como “la disponibilidad ilimitada de objetos, garantizados por la globalización del mercado y por su extrema tecnologización.” (Recalcati; 2004: 250) Cuando en realidad, de lo que se trata en la anorexia es de permanecer, hasta las últimas consecuencias, en la posición de no confundir demanda con deseo de amor.
“La anoréxica se rebela, al menos en un sentido, a la lógica del consumo: no consume nada. Y desde esta perspectiva pone entre la espada y la pared a la idea capitalista de un colmamiento posible del deseo. La delgadez obstinada y exhibida es el signo de una falta que no se deja reciclar en el sistema de consumo”. (Recalcati; 2004: 251)
“La subversión anoréxica en la lógica del consumo, en el interior de la lógica del mercado, es sólo aparente. La anoréxica dice no al consumo de la mercancía, pero no puede operar una verdadera ruptura con el encantamiento fetichista”. Ella “se propone como fetiche encarnado en la imagen narcisista del propio cuerpo”. (Recalcati; 2004; 251-252) Así, dice no a la lógica del consumo, pero sí a la imagen fetichizada de la delgadez, del cuerpo etéreo y asexuado. Pero esto es sólo una máscara respecto a la obscenidad inasimilable, fuera de discurso, de la muerte.
Quiero hacer finalmente una breve referencia al objeto nada, porque en la anorexia no se trata de no comer, sino de comer nada.
“En el Seminario 21, la acción anoréxica “como nada”, no tiende a abrir una falta en el Otro, sino que pone el acento en el rechazo del Otro como tal, rechazo del saber inconsciente como algo que horroriza tanto, que el sujeto prefiere dejarse morir antes de encontrarlo”. (Cosenza; 2013a)
“Eludir el encuentro con la castración, es decir con la falta en el Otro y con la propia división subjetiva, está en la pregunta obsesiva sobre la comida y el comer o no comer que envuelve a la anoréxica. Esto le sirve para ocultar el encuentro con el horror del saber que concierne a la no-relación sexual”. (Cosenza; 2013a)
Decía que la posición anoréxica y el discurso capitalista nos confrontan con los modos de goce actuales. Por una parte, con el uso indiscriminado de objetos desechables de los que saben de antemano que son sólo semblantes y que no lograrán jamás cubrir su falta en ser y que -al mejor estilo anoréxico y tal como lo describe J. Lacan en el Seminario 21- responden con “un muy poco para mí”. Pero por otro lado, con la demanda de una solución que muestra a las claras el “no quiero saber nada de eso” y que sólo podrán encontrar ellos mismos en la experiencia analítica.
Bibliografía
-Lacan, J. Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós. 1999.
-Lacan, J. Seminario 4, La relación de objeto. Buenos Aires: Paidós. 1994.
-Lacan, J. “Seminario 21, Les non-dupes errent.” Inédito. 1974-1975.
-Miller, J. –A. y Laurent, E.El Otro que no existe y sus comités de ética. Buenos Aires: Paidós. 2006.
-Cosenza, D. (2013a) “La anorexia en la última enseñanza de Lacan”. Virtualia. Revista Digital de la EOL. Nro. 27. 2013. www.virtualiaeol.org.ar.
-Cosenza, D.(2013b). El muro de la anorexia. Madrid: Gredos.
-Recalcati, M. La Última cena. Anorexia y bulimia. Ediciones El cifrado. 2004.