¿Por qué Lluvia de hamburguesas; es una película que les gusta tanto a los niños? Los observamos mirarla tan divertidos y regocijados en algunos momentos del film como también, más tarde, algo turbados. Sin embargo como con los cuentos infantiles, piden una y otra vez volver a mirarla.
Brevemente comentaré de qué se trata: Flint Loco es un niño con aires de inventor al que todo le sale mal. En la escuela suele hacer el ridículo a menudo, porque todos sus inventos se convierten inevitablemente en fracasos, suscitando así continuamente las burlas de sus compañeros, que se apoyan en el nombre del niño -“Loco”- para reírse de él.
La única persona que cree y confía en él es su madre, quien antes de morir lo autoriza en su gusto por la invención y lo alienta a ir adelante con eso. Sin embargo, Flint no se habilita totalmente en esto y siempre está intentando hacer algo que convoque la autorización de su padre, un rudimentario comerciante que vende sardinas en una isla llamada Bocado. Claro que este padre, también apellidado Loco, no puede mirar a su único hijo en este particular interés que él tiene, e inevitablemente su desaprobación aporta para que las decepciones y los fracasos sigan engrosando la lista de experiencias del niño.
Siendo ya un jovencito, Flint inventa una máquina de hacer comida, y la novedad que ésta aporta, vía un resultado no calculado, es que esa comida llueva del cielo. Esta contingencia promueve – a mi modo de ver – la clave de esta película.
En un primer momento, la lluvia de hamburguesas, confites, y helados, hacen a la delicia del ojo goloso de grandes y chicos, que no pueden dejar de mirar ese exceso aparentemente maravilloso que llueve del cielo.El joven inventor comienza a ser aceptado, ya nadie se ríe de él, sino que su éxito lo ubica en un lugar en el que es demandado permanentemente. Es reconocido por quienes antes se burlaban y conoce a una chica que le gusta y le responde. Parece que finalmente el éxito ha llegado.
¿Para qué nos sirven las ficciones a los analistas?
¿Es porque nos gusta el cine? ¿Intentamos encontrar respuestas que la clínica nos retacea? ¿Por qué comentamos películas, series, libros?
Particularmente cuando se trata de las ficciones infantiles, nos encontramos que éstas cada vez se reproducen más, y que son inversamente proporcionales a las ficciones que un niño produce. Hoy es menos común que un niño nos cuente su propio cuento, que arme su historia. Las típicas batallas de soldaditos, extraterrestres, autitos y dinosaurios que presenciábamos en los consultorios, muchas veces son desplazadas por los juegos del I-Pad opor un videíto de you-tube. Los despliegues orales de los juegos de las comiditas, las mamaderas y los bebés -incluso las barbies- cedieron lugar al álbum de Violeta, o las series de Disney Chanel.
En la época del niño como objeto a liberado, tanto en el sentido de productor de la familia, como también el niño producto de una demografía alineada por las políticas de natalidad y por el derecho devenido obligación, nos encontramos -tal como lo plantea Eric Laurent- con que “el niño se hace raro pero la ficción narrativa se multiplica” (Laurent, 2000:151). Se produce entonces una especie de relación inversamente proporcional: a menos niño – dicho en singular ya que no sólo se trata de menos cantidad de niños, sino también de menos niños en posición de niño- mayor número de ficciones. Y un rasgo característico de esas ficciones es que generalmente portan cierto signo de exceso: ya sea por la vía de la complejización de los lazos y las tramas, o por la vía de la exaltación del objeto que provoca un primer momento de fascinación, para luego pasar al desecho; tal como lo plantea Gil Caroz, “El rey de hoy será el residuo del mañana.” (2012: 165).
El ascenso al cénit del objeto a, se traduce en la presencia permanente y continua de ese objeto, en una hiperpresencia multiplicada, que pide siempre más y que lejos de orientarnos, produce una gran dificultad para localizar el objeto en cuestión.
Esta característica de la hipermodernidad no exceptúa a las ficciones infantiles. En este caso Lluvia de hamburguesas despliega magníficamente el brillo del exceso y cumple lo que promete: fascinar a esos ojos voraces con el colorido, el tamaño y la cantidad de eso que cualquier niño (y no tan niño) querría devorar hasta no dar más. Pero también muestra lo que podríamos llamar el día después; incluso la segunda parte de esta película no es casual que se llame La venganza de las sobras. Después de la lluvia de comida, aparecen los restos devenidos gigantescos y amenazadores. Y así como el gadget de cada dia, apreciado y demandado por miles de adeptos, mañana se vuelve un perjuicio para la humanidad por ser basura tecnológica difícil de desechar. Algo parecido sucede con las sobras de este festín oral en la película.
Entonces, si el exceso provoca en un primer momento la fascinación, queda esta segunda parte, el resto, que trae aparejada como consecuencia la angustia.
Sabemos – como lo plantea Jacques Lacan en el Seminario 10– que hay objetos anteriores a lo que constituye la categoría de objetos comunes, compartibles e intercambiables, cuyo rasgo está dado por el valor fálico. A esos objetos anteriores al intercambio fálico, Lacan los llamó objetos a; y en la época del ascenso al cénit del objeto a, donde todos los objetos parecen tener el mismo estatuto, es preciso distinguirlos, no todos son iguales, no todos tienen el mismo valor para un sujeto.
El signo distintivo para saber que estamos próximos al pequeño a, es la angustia. Es nuestra brújula en la clínica, especialmente en un momento en el que el despliegue imaginario y la aceleración del tiempo nos llevan a mezclar unos objetos con otros. En un análisis – vía la transferencia- se puede captar de qué objeto se trata para luego producir una operación de vaciado y bordeado de ese lugar, a partir de los significantes más adecuados para cada sujeto.
Y en un análisis con niños también nos servimos de esas ficciones pret a porter, ya que en esa supuesta captación del niño por parte de las distintas pantallas, hay un fenómeno que es necesario interpretar. El efecto que ese imaginario atrapante e invasor en muchas ocasiones produce, también nos hace signo del real que se juega para cada uno, y puede ser una vía muy útil para orientarnos, “recurrir a lo imaginario para hacerse una idea de lo real” (Miller, 2012: 258).
Un psicoanalista, no se orienta por el discurso pedagógico o social, que promueve la relación causa efecto de ciertas conductas consideradas patológicas en los niños y el excesivo consumo de ficciones. Un psicoanalista no pretende el bien del niño, sino que aspira a poder localizar a ese sujeto en su goce para permitirle, si es posible, tener una relación más amigable con él. En este sentido las ficciones nos son muy útiles.
Estas historias del siglo XXI hoy invaden los consultorios y es preciso conocerlas un poco, saber de qué nos hablan los niños y los adolescentes, sea la película más taquillera de la temporada, el último juego virtual o el libro del momento. Estar a la altura de la época no nos exige ser hipermodernos, pero sí animarnos a poner el pie en estas pequeñas invasiones imaginarias que nos sirven para localizar de qué goce se trata en cada niño, en cada adolescente, en definitiva en cada parlêtre que despliega lo que otros pensaron, a fin de poder encontrarse en esa trama.
Bibliografia
– Brousse, Marie-Hélène. ¿Amar al padre o al sinthome? Seminarios en Caracas: El cambio en las culturas y las nuevas formas en los síntomas. Buenos Aires: Grama. 2007.
– Caroz, Giles. “El orden simbólico en el siglo XXI: Hipermodernidad”. Scilicet. Buenos Aires: Grama. 2012.
– Lacan, Jacques. El seminario libro 10, La Angustia. Buenos Aires: Paidós. 2006.
– Laurent, Eric. “Responder al niño del mañana”. Los objetos de la pasión.
– Miller, Jacques- Alain. El ultimísimo Lacan. Buenos Aires: Paidós. 2013.