La mirada en esta película es del cuadro que no se ve, es la mirada escondida de todos, la del secreto que no se quiere ver, pero que los cuadros misteriosos hacen emerger.
En forma magistral, el autor, extrae el colmo de la esquizia entre el ojo y la mirada. Esta esquizia permite profundizar el estadio del espejo. Dice una voz: “el ojo que se niega a reconocer su propia ausencia”. El imaginario surge bajo la forma de la “desquicia”, si me permiten esta licencia de palabra.
“Vuestro ojo es subyugado mientras se pone a dormir a vuestra cabeza”
Hay dos personajes en la escena relatada. Uno, el espectador de los cuadros, y el otro, el sujeto tomado por el pasaje del ver a la mirada. Me asombra siempre esa experiencia, el pasaje de lo muerto de la representación a lo vivo de la mirada. En esos momentos pienso que dicho pasaje pone en evidencia la verdadera apuesta de la pintura: hacer vivir de un modo bello lo más vivo, lo que los psicoanalistas llamamos “el goce”.