El romance analítico había sido hacerse escuchar, para evitar que en el silencio apareciera el agujero mudo que el objeto como semblante, vela.
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El romance analítico había sido hacerse escuchar, para evitar que en el silencio apareciera el agujero mudo que el objeto como semblante, vela.
Llevaba ya tres sesiones en silencio y le parecieron eternas. En la última, de esa serie se dirigió por fin al analista: -¿Por qué sigue usted insistiendo en hacerme hablar?