Adriana Testa plantea una lectura de Freud con Simmel. Mediante un movimiento que eleva la ausencia a nivel de la presencia, ambos autores ubican un vacío de significación en la equivalencia simbólica del dinero, del cual decantaría su aspecto polimorfo. Lacan retomará este aspecto para introducirlo en la transferencia y sacudir el efecto de estandarización en el que había caído la práctica en su época. El dinero -ese significante que aniquila toda significación- neutraliza lo que acontece en la situación analítica y al mismo tiempo la sostiene en el juego abierto de la demanda y el deseo que allí opera. Para él, la transferencia es guardar nada, un vacío que aparece como el objeto más preciado.
El malestar del hombre en el mundo reduce al otro de la civilización a una función excrementicia, haciendo del mundo un universo cloacal donde la analidad prevalece y recubre la oralidad voraz. Freud insiste en la relación entre odio y erotismo anal: el sentimiento inicial de odio –presente en cada una de las estructuras-, depositado en la figura materna, se ve pronto desplazado hacia un exterior, extranjero/extraño. Los pobres, los exiliados, los derrotados en las guerras, las víctimas, son identificados con los residuos de nuestras sociedades capitalistas, dando cuerpo a esa identificación con la que se les hace cargar: la de ser las deyecciones del mundo. De tal manera el odio toca a los cuerpos, porque es el real del odio que toca a los cuerpos.