La autora ubica de Freud a Lacan las respuestas que el psicoanálisis fue dando a cómo se inscribe la diferencia sexual, desde la amenaza de castración, el enigma por el deseo de la madre, al momento en que Lacan da un salto señalando que no hay relación sexual y que la diferencia es de puro semblante. Esta última lectura le permite interrogar las consecuencias en el modo en que se inscribe la diferencia en los niños, en un régimen en el que lo binario pierde lugar y reina la lógica del no todo.
La autora propone una manera de captar la obra del pintor Willlem de Kooning, a través de una clave de lectura del último Lacan: su planteo sobre el falo como falacia que verifica lo real, sobre el cuerpo y el goce femenino. Ubica también una lectura de Lacan sobre Lacan, en relación a la noción de falo. Así, desde el Seminario 23, focaliza una perspectiva del texto “La significación del falo”.
El lector encontrará los desarrollos que llevan a sostener a la autora, que hay una relación del sujeto con el falo que se establece independientemente de la diferencia anatómica de los sexos.
Cuando alguien viene a hablar con un psicoanalista, no sabemos con qué objeto habla. Pero sí podemos afirmar que si habla es porque la voz, en tanto objeto (a) ha sido separada del cuerpo.
No hay nada que demuestre mejor que no se trata de la voz en tanto auditiva. Hay una función de la voz –y es de lo que se trata exclusivamente– que está ligada a la cadena significante como tal, independientemente del acceso que se pueda tener a tal o cual sentido.