La autora ubica que, para Lacan, el falo posibilita la mascarada de los sexos sin idealizar la diferencia, mientras que el goce deslocalizado que promueve el capitalismo los deja del lado de las parodias al mismo tiempo que los empuja a gozar, haciendo pedazos los cuerpos. Sitúa aquí una diferencia entre el no-todo de la posición femenina y el goce estallado, sin límites, que sólo parodia al goce Otro que escapa al lenguaje y a la localización del significante. A partir de la diferencia entre La Mujer y “una mujer”, este trabajo plantea una hipótesis para el “nuevo impacto de las mujeres en la civilización”.
La autora parte de la pregunta ¿Qué son las mujeres en el siglo XXI? Recorre su texto con diferentes reflexiones en torno a este interrogante y aporta referencias en el campo de la cultura que la llevan a plantear la hipótesis de cada vez menos personas se preocupan por la diferencia sexual. Su idea es que avanzamos hacia un mundo en el cual el significante mujer es un significante como cualquier otro, una parte de lalengua y no del discurso común. Lo que significa que ya no es más un enigma para mucha gente, es un efecto de la declinación de la función de la castración, con las consecuencias que esto trae respecto al goce y a los modos de vivir la pulsión.
Álvaro Stella realiza una lectura de la función fálica partiendo de un contrapunto con los fenómenos actuales que se desarrollan en el campo de la comunicación y que apuntan a una modalidad de saber que no quiere objeción. Señalando que la materia para testimoniar sobre lo real no es lo imaginario, sino el lenguaje. Pero al estar el sujeto ligado al significante no puede más que fallar en el intento de nombrar. El falo, como un significante, límite entre lo que se puede decir y lo que no, verifica una resonancia en el cuerpo, a la relación del parlêtre con el goce.
Paula Husni parte de un ejemplo paradigmático de la época para elucidar cómo las palabras toman los cuerpos hoy. En la medida en que se acentúa el afán de tratar de solucionar a través del significante el malentendido entre los sexos, las palabras no dejan de escapar. Mostrando que en el parlêtre el malentendido es estructural. Pero a pesar de que este impasse no se resuelve a nivel significante, existen lazos posibles.
Eric Laurent nos plantea en este texto dos maneras de leer la “relación sexual que no hay”. Una que localiza la diferencia de los sexos por la relación al significante fálico. A diferencia de Freud, para Lacan el falo es un obstáculo y da un paso más en su enseñanza supliendo al falo por la articulación de RSI en el nudo borromeo. Desde esta lectura es el sinthome lo que da sustancia al hombre, más allá del falo y su universal. Y es a través de la identificación al síntoma que el parlêtre podrá definir un saber hacer con el partenaire sexual, que es un medio de goce. De esta manera, Laurent sostiene que la experiencia del sexo como tal es Unaria, sobre la oposición radical entre goce sexuado y goce del órgano.
La autora propone una manera de captar la obra del pintor Willlem de Kooning, a través de una clave de lectura del último Lacan: su planteo sobre el falo como falacia que verifica lo real, sobre el cuerpo y el goce femenino. Ubica también una lectura de Lacan sobre Lacan, en relación a la noción de falo. Así, desde el Seminario 23, focaliza una perspectiva del texto “La significación del falo”.
El lector encontrará los desarrollos que llevan a sostener a la autora, que hay una relación del sujeto con el falo que se establece independientemente de la diferencia anatómica de los sexos.
En esta entrevista, Sergio Laia responde cómo piensa la problemática de exclusión de los jóvenes, en una época donde se presenta un movimiento del derecho al cuerpo y al mismo tiempo de los nombres que excluyen la singularidad del goce. Presenta una tesis original al sostener que se produce un tipo de nominación paradojal donde cada uno tiene un nombre que no logra nombrarse ni tocar a lo innombrable del goce.
El término “Atracón televisivo” es nuevo y se refiere a la conducta de un sujeto que se dedica a mirar durante un día o dos, todos los capítulos de una…
Entrevista a Eric Laurent La Lúnula: Tal como Ud. lo ha manifestado más de una vez, las adicciones se revelan hoy como el modo privilegiado de tramitar la angustia. ¿Cómo se…
No hay nada que demuestre mejor que no se trata de la voz en tanto auditiva. Hay una función de la voz –y es de lo que se trata exclusivamente– que está ligada a la cadena significante como tal, independientemente del acceso que se pueda tener a tal o cual sentido.
La mirada en esta película es del cuadro que no se ve, es la mirada escondida de todos, la del secreto que no se quiere ver, pero que los cuadros misteriosos hacen emerger.
Hay dos personajes en la escena relatada. Uno, el espectador de los cuadros, y el otro, el sujeto tomado por el pasaje del ver a la mirada. Me asombra siempre esa experiencia, el pasaje de lo muerto de la representación a lo vivo de la mirada. En esos momentos pienso que dicho pasaje pone en evidencia la verdadera apuesta de la pintura: hacer vivir de un modo bello lo más vivo, lo que los psicoanalistas llamamos “el goce”.
…el sujeto sabe que lo están engañando. Los medios, como la pornografía, hacen posible el goce, con lo cual el espectador queda en una posición de abulia depresiva, como ocurre con el que ve pornografía dura, un aplastamiento del deseo.
“…somos seres mirados por el espectáculo del mundo…” Por ello, tal vez valga la pena- literalmente- detenerse en esta función de la televisión, ya que muestra en la “época del Otro que no existe” lo que Jacques Lacan afirmó respecto del mundo: su condición de omnivoyeur. Mientras la televisión es omnivoyeur y sus hijos telegozan, ¿ha llegado el tiempo de los nuevos adictos?
La niña, en silencio se chupa el dedo. El padre de otra niña la interroga: ¿está rico el dedo? Inmediatamente surge el sentimiento de vergüenza, saca el dedo de su boca y el síntoma se desplaza. No surge la culpa, sí la vergüenza. Es la mirada de un padre que produce vergüenza, pero es una mirada diferente a la mirada del padre de Freud que surge en la Acrópolis. ¿Hay hoy la mirada del padre que avergüenza?