La autora ubica de Freud a Lacan las respuestas que el psicoanálisis fue dando a cómo se inscribe la diferencia sexual, desde la amenaza de castración, el enigma por el deseo de la madre, al momento en que Lacan da un salto señalando que no hay relación sexual y que la diferencia es de puro semblante. Esta última lectura le permite interrogar las consecuencias en el modo en que se inscribe la diferencia en los niños, en un régimen en el que lo binario pierde lugar y reina la lógica del no todo.
Eric Laurent nos plantea en este texto dos maneras de leer la “relación sexual que no hay”. Una que localiza la diferencia de los sexos por la relación al significante fálico. A diferencia de Freud, para Lacan el falo es un obstáculo y da un paso más en su enseñanza supliendo al falo por la articulación de RSI en el nudo borromeo. Desde esta lectura es el sinthome lo que da sustancia al hombre, más allá del falo y su universal. Y es a través de la identificación al síntoma que el parlêtre podrá definir un saber hacer con el partenaire sexual, que es un medio de goce. De esta manera, Laurent sostiene que la experiencia del sexo como tal es Unaria, sobre la oposición radical entre goce sexuado y goce del órgano.