Álvaro Stella realiza una lectura de la función fálica partiendo de un contrapunto con los fenómenos actuales que se desarrollan en el campo de la comunicación y que apuntan a una modalidad de saber que no quiere objeción. Señalando que la materia para testimoniar sobre lo real no es lo imaginario, sino el lenguaje. Pero al estar el sujeto ligado al significante no puede más que fallar en el intento de nombrar. El falo, como un significante, límite entre lo que se puede decir y lo que no, verifica una resonancia en el cuerpo, a la relación del parlêtre con el goce.
Adriana Testa plantea una lectura de Freud con Simmel. Mediante un movimiento que eleva la ausencia a nivel de la presencia, ambos autores ubican un vacío de significación en la equivalencia simbólica del dinero, del cual decantaría su aspecto polimorfo. Lacan retomará este aspecto para introducirlo en la transferencia y sacudir el efecto de estandarización en el que había caído la práctica en su época. El dinero -ese significante que aniquila toda significación- neutraliza lo que acontece en la situación analítica y al mismo tiempo la sostiene en el juego abierto de la demanda y el deseo que allí opera. Para él, la transferencia es guardar nada, un vacío que aparece como el objeto más preciado.